26 jun 2013

El discurso del presidente Obama

El problema de las emisiones de CO2 y otros gases nocivos para el clima (ojo con el metano, que frecuentemente se olvida) es obviamente de naturaleza global y por tanto de poco servirá que los países europeos más conscientes afronten esta cuestión asumiendo al mismo tiempo de forma unilateral las consecuencias negativas que las RES suponen en términos de coste, complejidad de gestión y afecciones al paisaje (en España suspenso sin paliativos en el primer y último asuntos). Los Estados Unidos de Norteamérica son desde hace muchas décadas el país con mayor consumo per capita de energía y ello le otorga una especial relevancia desde el punto de vista de la agenda global para la descarbonización. La transición hacia una generación eléctrica sustancialmente más limpia será un poco más creíble si las medidas de calado empiezan a imponerse aparte de en Europa en las zonas de mayor consumo a escala global. Todo esto es de sobra conocido.

La actitud de los EEUU hasta la fecha ha sido ambivalente en términos reales, pues ni ese importante país suscribió en su día el protocolo de Kioto, ni se ha distinguido por impulsar acuerdos con fuerza ejecutiva en las sucesivas cumbres sobre los problemas del clima. Ayer el presidente Obama pronunció en la universidad de Georgetown, en Washington, un discurso con gran resonancia mediática que pretende en opinión de algunos relanzar el compromiso de la política norteamericana con los valores de la sostenibilidad. Si ello supone el comienzo de una vía a la que durante la legislatura anterior se le fueron dando largas o si es un intento de distraer la atención pública de episodios vergonzosos y preocupantes como el caso Snowden, es algo que sólo el tiempo dirá. De momento lo que es incontestable es la apuesta de ese gran país por los hidrocarburos no convencionales y en particular el gas de esquistos.

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